















En las montañas de Samaipata, Bolivia, nuestro lugar emerge como una experiencia única de descanso. El hotel es un pueblito colonial con una plaza central, un cabildo y una capilla. Cada casa alrededor de la plaza es una habitación diferente, llena de detalles.














Así, podés pasar la noche en la Casa del Artista, o en la Botica, o en la Herrería; o quizás en la Florista, la Casa de la Miel, o la Relojería; o, quién sabe, en la Modista, el Banco, o la Panadería; o leyendo en la Librería, o en la Taberna, o en la Carpintería.




















Un cementerio, miradores, una piscina un poco salada, perros, gatos, caballos y pavos reales completan el panorama.












Todo aromatizado con el vino del viñedo aledaño, y el café que fluye permanentemente en nuestro Cabildo, que hace a la vez de lobby y de restaurante, donde te esperan un desayuno buffet, y unos panes y pastas y postres caseros, y otros platos con sabor a hogar.












Y una atención cálida, típica de la hospitalidad de los pueblitos de antaño. Situados sobre una colina con vistas al valle y al pueblo samaipateño, ofrecemos —rodeados de naturaleza, abrazados por almohadas relajantes, echados en camas sedantes— un descanso alejado del eventual barullo, cercano a la tranquilidad y —dicen algunos— también cercano al paraíso.












«Samaipata, sucursal del cielo», repiten. «Descanso en las alturas» quiere decir su nombre, literalmente. Los españoles la rebautizaron como «Valle de la Purificación». No importa el siglo ni el visitante, «Samaitrampa», como dicen los quedados, tiene algo atrapante.






Un Bosque de Helechos Gigantes, algunos de edad milenaria, cosa rara en la tierra y puerta al Parque Nacional Amboró; la piedra tallada más grande del mundo, conocida como «El Fuerte», Patrimonio Cultural de la Humanidad; la ruta por el Codo de los Andes, o la que te lleva al Nido de Cóndores; o los viñedos, los cafetales; lo cosmopolita de un pequeño pueblo que, entre menos de 5000 personas alberga más de 30 nacionalidades; todo esto hace que esta tierra sea especial. En ella, el tiempo, que aquí pasa lento y que mientras pasa va poniendo las cosas en su lugar, alcanza y no alcanza para visitar los encantos locales. En medio de este ambiente, con el abrazo de las montañas que rodean la región, es que te esperamos.